Que yo te quiero y
me encanta decir que te quise.
Sigo encontrándote detrás
de cada excusa para cruzar
dos veces
el mismo paso de peatones
suicidas.
Sigo con tanto pasado
presente en las pisadas
que disfrazo entre los colores
de la gente
que me he ahogado en un vaso
de aire.
Pum, así como así,
a esto se le llama noviembre
del año catapún de dentro
del tiempo que tarde en decir
que ya no eres
lo que eras.
tic, tac.
El reloj suena pero no se mueve.
Las manecillas dibujan
pero todo sigue inerte.
Y yo, ¿qué hago?
Biengasto mi tiempo,
mi ahora y descuido mis tejados
de tanto sorprenderme a mí misma
escribiendo versos empapados
de
ti.
Perdón, ya paro.
Lo siento.
Te echo de menos,
debería irme a dormir,
o debería estudiar un rato
o beberme siete cafés y medio
brindando por ti
y por suplicar respirar a tu lado.
Eres mi brindis de copas
vacías llenas de promesas
por cumplir.
No tengo ganas de que aparezcas
a arreglar mis apaños de madera
sobre los edificios de agujeros
de escaleras.
Déjame dormir tranquila,
que me encanta como suena el
"te quise a mi manera,
y ahora mírame, que estoy —casi—
entera."
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