maquilladas
a primera hora de la mañana.
Las astillas de sus corazones estallados de querer
se clavan en las manos de todo aquel que se acerca.
Me sangra media vida esperando
que desaparezcas;
y mi otra media vida se dedica a coser
los retazos de mis poemas.
Me ha crecido una niña muerta de miedo
entre ceja y ceja,
y está devorando el espacio
que ocupaban el egoísmo y mis certezas.
Sólo me dice que aprenda, que aprenda.
Mientras tanto yo me tapo los oídos
en esta tormenta de cristales empuñados
que hace tanto ruido que me está dejando ciega.
Estoy aquí,
esperando a que se me muera un dolor
para poder escribirte como te mereces de vuelta.
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