martes, 4 de marzo de 2014

Una vez me llamaron poeta 
y de la carcajada que solté
se me cayeron todas las letras.

¿Poeta?
¿Yo, poeta?
A mí me divierte controlar al lector
hacerle leer cantando
con líneas tan largas que se da la vuelta bostezando
o líneas
tan cortas
que te van
motorizando. 
Los versos muy largos sirven para rellenar;
si se te hacen muy costosos
siempre los puedes
cortar
a mitad.

¿La rima?
¿Para qué pensar?
Como caen las palabras
es como las sientes llegar
cuanto mayor la métrica
más lo deshumanizarás
(una palabra demasiado 
larga;
no te trabes,
si lo haces, dale tu toque personal).

Ningún poeta se llama 
a sí mismo así,
es arrogante
e imprudente.
El día en que lo hace
se ha perdido para siempre. 

Ningún poeta es poeta.

A lo mejor es abogado,
disfrazando de códigos civiles
sus letras;

a lo mejor es médico 
y le aburre la exactitud 
de la ciencia

o a lo mejor es poeta
y al decirlo
se avergüenza.



(Por fin se terminó mi carcajada).
Las palabras que saltaron
se quedaron aquí agarradas.
Les he pedido que se vayan,
pero las han llamado poema
y claro, están emocionadas.
Así que perdonadme las molestias
del caos reinante
en este "poema" 
(o lo que quiera que sea 
esto, espero que no me oigan
las letras),
pero en un reino de palabras
coloreado en impresiones
el pueblo a confundir
son los insulsos lectores.

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