Todo volverá a ser lo mismo.
Los lunes serán lunes
de paseos de libro;
los martes por la tarde
no se acabarán nunca
y los grabaremos
en tu azotea.
Nos marearemos de tantas
estrellas por contar
y de tanto hacerlo se caerán
una a una
hasta llegar a tus ojos
que me hacen débil por la noche
y me flaquean las piernas
a cada hora
(o eso entendemos del reloj).
Mientras tanto grito que no,
que no esta vez,
como todas las anteriores,
que no te voy a querer,
que no me voy a dejar
y cada palabra
cae
como un golpe de manual
en la mesilla de noche
mientras yo me resbalo
por la curva de tu cuello
con más fuerza
que nunca.
Y gotea.
Gotean el resto de amaneceres,
los miércoles sin periódico,
los jueves que llegan
sin cerillas
y todos los demás días
que he olvidado
de tanto
repetirte.
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