miércoles, 18 de junio de 2014

Soledad. 
Querida amiga. 
Hacía mucho 
que no te veía;
mucho que no escuchaba
tus silbidos entre árboles
y mucho más que no
nacías en mí.

¿Cómo estas? 
Te echaba más de menos 
de lo que pude imaginar.
Ninguno de mis poemas iba
para los demás;
eran todos para ti.
Y yo me acabo de enterar.

Hola, compañera.
Pensaba que me llenarías
de melancolía 
y en realidad sólo me desconchas
la pintura de las paredes.
Y ni siquiera eso es un problema.
Sé pintar.

¿Sabes leer?
Me gusta tu niebla. 
Nadie sabe apreciarla
y yo tampoco supe 
en su debido momento.

Pero de tanto construir puentes
entre islas inexistentes 
que prometían salvación
he aprendido que la caída libre
sin fondo
no es mal sitio
para jugar a las cartas.

Soledad, qué bien sienta
volver a casa.
Prometo no volver a dejarte.
Abrázame fuerte y envuélveme
en tu hielo. 

Soledad, te quiero.

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