Ya no recuerdo
la penúltima vez
que te eché de menos.
Está todo borroso
y clarificado
por el color de tu pelo,
el sabor de tu mirada
y las mentiras
de tu sonrisa.
Tantas noches he gritado
tu nombre
sin voz del dolor
de tus abrazos
y tantos años
o días
horas
meses
de irracionalidad
estás tumbando a golpe de
ti.
Llegas como la ola de oscuridad
que me obliga a hacerme
la viva
cada vez que me revientan
las pupilas
de lágrimas
rajando mis mejillas.
Y después de todo esto,
que no se te ocurra
dudar
que como te atrevas
siquiera a dirigirme la palabra
me derretiré
como
la
tinta...
Y firmaré mi
decimoquinta
sentencia de muerte,
la primera que cumpla
su cometido,
me arranque del
mundo de los vivos
y me haga mártir
silenciosa
de la poesía
de tu espalda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario