lunes, 27 de abril de 2015

Quién cojones me he creído que soy.
Respírame,
expírame.
Inspírame.
Te he tenido que escribir
hasta acabarme los alfabetos
dejar mis libros sin vida
para darme cuenta de que no eres tú
soy yo
quien me acecha a la vuelta de la esquina.
¿Cuántos vacíos caben en un mismo cuerpo?
¿Cuántas soledades tengo que soportar antes de aprender a reconocer que yo también 
echo de menos?
Que alguien me arranque.
Que se lleve lo que queda
en las paredes del declive
de color sábana y versos.
Aún me sabes a café por la mañana
y comer con Delibes.
No pasa nada;
sólo llevo así cinco minutos y tres años y medio.
Que nadie se acerque,
que el frío quema
y el suelo engulle
y el silencio desordena

silencio,

sólo un poco,
me estoy haciendo mucho ruido,
ya ni siquiera me oigo.
Dónde están mis odas de invierno
que mis olas de infiernos
ya no me dejan ni
inspirar
te.

Respírate hondo, hasta terminar de acabarme.
Aléjate.
No me dejes tirada.
Abrázame.
Lléname de absolutamente nada.

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