martes, 19 de septiembre de 2017

Cada día
tu recuerdo desparramado 
me saca las amígdalas 
y cada día la agonía me cierra los ojos
y aprieta la mandíbula.
Cada destrozo.
El temblor de las manos envejecidas
por el pecho reventado
y la mirada vacía.
En la ponzoña envanecida
que dejo a tus pies
cada vez
que
me
arrastro.
Ya no soy nada de esto.
Todavía te quiero.
Cada día.
Pero sabiendo.
Ya no me quemo en tu luz de polillas
ya no me cargo la cruz,
ya no me doy por vencida.

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