lunes, 8 de abril de 2013
Noche.
Nací de noche. Aparecí en la completa y silenciosa oscuridad. Nací en una noche que esperaba al día Nací en un frío campo, con viento fuerte que apenas dejaba respirar. Nací viendo estrellas pasar, convirtiéndolas en mi esperanza, en mi hogar. Nací viviendo para verlas brillar, para que con ese resplandor momentáneo iluminasen mi mundo. Y un día fue diferente. Una noche apareció la luna. Salio de la nada, porque si. Me desconcertó Cambio mi visión del mundo. Cambio mi manera de entenderlo. Ilumino todo, dio luz a mi vida, por primera vez pude ver quien era. La luna era mi bendición Mi milagro repentino, mi vital casualidad. Brillaba tanto. Todo paso a depender de la luna. Todo era perfecto y definido. De pronto la luna desapareció Se fue. Se evaporo. Tal y como vino. No estaba preparada. Deje de verme. Perdí lo que era. Sentí como todo lo que había construido se derrumbaba, como los cimientos desaparecían, como me quitaban los pies del suelo. Caí tanto lo hice que deje de poder ver lo que había arriba. Las lagrimas me cegaban y me impedían ver ni comprender nada. El ruido me ahogaba. Y entonces conseguí alzar la vista, conseguí vencer todo eso con un grito de dolor. Lo primero que vi fue la ausencia de la luna. Pero me obligue a seguir mirando. Y poco a poco, volví a ver las estrellas, acostumbre la vista de nuevo, las pequeñas estrellas olvidadas, las que siempre habían estado brillando, la luz que jamas me había abandonado. Supe que había nacido la esperanza. Solo cuando la luna desaparece descubres lo bonita y completa que es la noche.
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