miércoles, 6 de noviembre de 2013

;

Aquí estoy, en mi cuarto, en mi isla, aunque no es exactamente eso. No me rodean ni mar ni vegetación. Pero lo es en mi interior. Aunque tampoco. Sigo donde siempre. Sólo que mi percepción ha cambiado. Está todo lleno de lejanas presencias y cercanas ausencias. De recuerdos estúpidos, y de recuerdos necesarios. Algo complicada, ¿verdad? No me extraña que lo pienses. Por suerte has sabido entenderme. Y te confieso que eso ha hecho que me pegue más a ti. Una persona bajo dos pieles, ¿no crees?
En realidad no, en realidad considero un verdadero regalo que seamos diferentes. Que no sea fácil. Nos permite aprender el uno del otro, afianzarnos, crecer sin dejar de ser nosotros mismos como individuales. Nos permite descubrirnos, a ti, a mí misma, a nosotros, a diario. Y no existe nada mejor que amanecer cada mañana, que no es lo mismo que decir que cada mañana amanezca.
¿Cómo estás sin mí? Seguro que como eres. Rodeado de amigos, de trabajo, de frío, de lluvia y chicas guapísimas. Con esto último podría estar bien celosa. Pero desgraciadamente no lo soy (no te emociones, puedo serlo). En cambio tú no te preocupes, no tienes motivo para celos. Sólo me rodean libros y libros y libros. Y por la noche se hace un silencio tan atronador que muchas veces me despierta.
He estado haciendo balance. No te lo voy a contar por aquí. Cuando el destino quiera volver a juntarnos. Dios quiera que sea pronto o, más bien, cuando tengamos el valor para, además de cruzar con el semáforo en rojo, luchar a corazón abierto. Y entonces las miradas hablarán y no hará falta nada. Siempre he dicho que nuestra mejor conversación era esa silenciosa. Las palabras reversan todo… se vive mejor entre miradas.
Hablemos en serio. O mejor en serio de broma, o entre bromas y en serio.
Es verdad que soy feliz, soy feliz por saber que estás, aunque no sea conmigo o aquí. Me hace feliz saberlo. Eso sí que es algo que tengo claro. Nunca sabemos cómo funcionan las cosas, ¿sabes? Sólo funcionan, o no. Las hacemos funcionar o no, que no es lo mismo. Las cosas nunca vienen solas y nunca vienen sin problemas. No quiero saberlo ni quiero pensarlo, sólo quiero disfrutarlo ahora, el después aún no ha llegado, y será cuando echemos de menos el antes. No puedes intentar ordenar o planificar o encuadrar algo que se escapa de tu control.
Creo, firmemente y de alguna forma, en esta casualidad que nos ha llegado. La fe es algo que jamás me ha faltado. El miedo existe, pero no es lo mismo que la cobardía. No quiero que me hagas promesas, ni que me digas cosas bonitas, sólo quiero que me mires. En realidad no te pido nada porque no necesito más, porque yo miro en tu fondo y tú miras en el mío, y de alguna forma se entienden. Eso es algo que no se pierde, que no es lo mismo que decir que no se puede perder.
Y aquí me despido, que no es un adiós, ni un hasta pronto. Es un paréntesis.

Y esto no es una carta ni un poema. Eres tú.