viernes, 29 de agosto de 2014

Hoy es la noche de mirarme a mí misma sin nadie. El tiempo imperdonable sigue golpeando cada campanada. ¡No me queda nada! Y empiezo a pensar que jamás la tuve.

[Este es el trozo de papel en el que me pongo tan sincera que ya no sé qué decir. El reino de los poetas necesita una excusa permanente para ser infeliz.]

Se puede vivir sola, aunque te traiciones merodeando tus ecos. Pero se puede, sólo hay que reciclar el miedo. Esta soledad que sientes no es más que el silencio de un corazón hambriento. Todo se cura, no te preocupes, y lo grito desde la enfermedad más profunda.

Y si te ahogas de tanto respirar hormigón... el lápiz nunca te dejará sola, y cada verso dará un punto a tu corazón. No dejes crecer demasiado el ego, o quitará espacio al dolor. Y vivirás en la paradoja eterna de la felicidad y el escritor. Cuando hay letras, ¿quién necesita calor? Cuantas más puñaladas, más precisos serán los ritmos de mis madrugadas. 

¿Locura? Tal vez, pero vivir al borde de la cordura fue lo peor que me pudo retar. Y me lancé de espaldas a mi pasado, por demasiado miedo a terminar. Ahora en un oído suena el Réquiem de Mozart, y por el otro medio, una guitarra en pleno asedio. 

Apocalíptico de principio a fin, pero sola y sin nadie, que es lo que quería oír. No es cuestión de orgullo ni apuntar tantos a mi favor. Es cuestión de curar un corazón al que un rasguño más supondría su total aniquilación.

Y con ella la nada, la nada y sólo yo.

Por todo eso escribo. Porque escribir es mi pasión.

Y tú, ¿por qué no escribes? ¿Acaso ya tienes quien te salve la razón? 

jueves, 14 de agosto de 2014

Hoy quiero una casa
con hipoteca
o sin ella
sólo quiero que alguien
me abra la puerta
y que tenga chimenea
con una manta al lado
donde pueda juntar
mis miedos
para luego quemarlos.

Quiero una casa
que me quiera en sus ventanas;
en el alféizar de sus miradas
y que me perdone 
a pesar de agujerear 
el tejado.

Quiero una casa
donde poder dejar descansar
mi escudo eterno
mis gafas de sol
mis trajes de color negro
y mis habitaciones
sin puertas
demasiado llenas
de eco.

Quiero destruir
todo esto,
empezar de nuevo
pero nunca de cero
y dormir bajo el aliento
de que al día siguiente
no me esperan
las bofetadas del viento
sobre las suelas
de mis sandalias.

Pero ya llevo tanto buscándote
que se me ha hecho
enero.
La chimenea la haré 
a base de trozos
de hielo derretido
y el fuego con golpes
de verso.

Al final 
hay que cuidarnos
a nosotros mismos
y seguir soñando
con que las nubes algún día
tendrán forma de tejado,
que dejarán atrás
su pasado mojado
y que se inventarán
que son del color
del sol.

Esta es la única realidad.
Al final del día,
al principio
y en cualquier momento
de necesidad
sólo te tienes a ti mismo
y con eso te tiene que bastar.

miércoles, 13 de agosto de 2014

No quiero más tópicos
sobre nuestra mesa
ni sobre tu espalda.

No quiero frases hechas,
ni películas románticas
ni desayunos en la cama
ni madrugadas eternas.

¡No quiero flores!
No quiero nada que ya
haya sido inventado
ni vivido en otros ojos.
Quiero que inventemos
hasta los besos,
que si no quieres
no nos demos la mano
y si no te apetece
que no nos digamos "te quiero"
ni hagamos planes de futuro.
No quiero escapadas 
a cualquier parte
que nos hagan olvidar
todos los problemas.

Yo sólo te quiero a ti
con nuestras rarezas
peculiaridades
diferencias
y diferentes
temas de conversación
que ni sabía que existían
compartir un cigarrillo
como forma de beso especial
y como beso de verdad
uno en la punta de la nariz
o pasar mis manos por tu pelo
mientras esperas con paciencia
la eternidad de un reloj sin agujas.

Yo no quiero nada,
pero esa nada es contigo.

martes, 5 de agosto de 2014

Todo lo que quiero
es todo lo que se
ha ido.
Un, 
dos,
tres y siete
mil veces
me he repetido
"¡no me quieres!"
y más veces aún
me he recostado 
en tu pecho
y he escuchado tu corazón
decirme "te quiero".
y tus labios
y tus ojos
y tus manos
y tu todo...
ocho, 
nueve, 
catorce veces y media
te has ido cerrándome
la puerta en la cara
cortándome las manos
y arrancándome
las salidas. 
Quince.
Quince veces quiero 
que vuelvas.
Y que las quince
valgan la pena
sin hacerme llorar.
Vuelve.