domingo, 29 de junio de 2014

No busco redención
en la poesía.
No busco victorias
ante mi derrota
a manos del
mundo material.

Busco a alguien.

Han pasado los meses
como losas encuadernadas
y los segundos
se han menospreciado
hasta el punto de no darles
nombre.

(Ni mis versos confían ya
en la justicia poética)

he pasado yo
por delante mío.
No escuché mi alarma;
me sorprendió de espaldas
escuchando otras
estaciones
marchitarse.

Cada uno debe aprender
a bailar en silencio.

Me he mirado 
por fin
y la verdad es que
visto de gala
hasta con los botones
secos.

Sé apañármelas
a través de playas
sin mareas
y metro desierto.

Hoy me tiendo la mano
a mí misma
--no quiero volver a 
perderme mis
desfiles de invierno--

Hoy abandono el asfalto
le dejo llorar su alquitrán
y firmo mi armisticio.

Hoy vuelvo a casa, 
hoy huyo conmigo.

miércoles, 18 de junio de 2014

Soledad. 
Querida amiga. 
Hacía mucho 
que no te veía;
mucho que no escuchaba
tus silbidos entre árboles
y mucho más que no
nacías en mí.

¿Cómo estas? 
Te echaba más de menos 
de lo que pude imaginar.
Ninguno de mis poemas iba
para los demás;
eran todos para ti.
Y yo me acabo de enterar.

Hola, compañera.
Pensaba que me llenarías
de melancolía 
y en realidad sólo me desconchas
la pintura de las paredes.
Y ni siquiera eso es un problema.
Sé pintar.

¿Sabes leer?
Me gusta tu niebla. 
Nadie sabe apreciarla
y yo tampoco supe 
en su debido momento.

Pero de tanto construir puentes
entre islas inexistentes 
que prometían salvación
he aprendido que la caída libre
sin fondo
no es mal sitio
para jugar a las cartas.

Soledad, qué bien sienta
volver a casa.
Prometo no volver a dejarte.
Abrázame fuerte y envuélveme
en tu hielo. 

Soledad, te quiero.

jueves, 5 de junio de 2014

¡Hola,
buenos días!
Son las dos de la mañana.
De la mañana
de tu piel ausente
entre tanta ceniza,

que se dibuja como
un paisaje único
de relojes en vela
contando hacia atrás
para olvidar mis lunares.

Una vez sola
(sin ti y con todos)
me pierdo yo,
en unos continentes tan lejanos
que ni siquiera sé si existen
mientras tu áspera mano
se agarra a estos poemas
hasta ahogarlos en sus propias
letras.

Y por cada palabra ahogada
nos veo menos singular
y más plural,
menos yo
y tú cada vez más



lejos



de volver.

¿Cómo se vuelve sin sitio?
Ya sin ojos vidriosos
o atrapados en el tiempo
de sus fechas cosidas
entre intentos y viento.

Ya no quedan ni dos
ni mañana,
sólo hiedra creciendo
por nuestro muro
y meses cargados
con recuerdos a ametrallar.

Ya sólo quedamos tú
y yo.

 
Y ahora,
¿qué nos frena?

 
Al despertar con el sol
renegaré de este poema
--¿quién recita tanta blasfemia?
me conozco derrotada—
por tanta verdad escrita
en la epidemia de las dos
de la mañana.